Comencemos con la leyenda... se dice que, en el siglo XII, un usurero avaricioso, originario de Arolo en la costa lombarda de Verbano, fue vencido por la ferocidad de las olas mientras navegaba frente a la costa de Leggiuno. Corrió el riesgo de ahogarse en el lago, pero prometió penitencia por sus pecados a Santa Caterina y logró salvarse del naufragio.

Fue así como Alberto Besozzi se retiró a la oración durante más de treinta años para vivir en una cueva con vistas al lago, aislado como un ermitaño. El mismo precipicio sobre el que se inició la construcción del complejo monástico de la ermita de Santa Caterina del Sasso alrededor de un siglo después.

A lo largo de los siglos, varios órdenes religiosos se establecieron en el monasterio. El primero fue una comunidad de monjes agustinos, seguida por los Romiti Ambrosiani en 1379 y los carmelitas en 1649. Desde 2019, la gestión religiosa de la Ermita ha sido confiada a la Fraternidad Franciscana de Betania, que sucedió a los Oblatos Benedictinos y a una comunidad dominicana.

La Ermita consta de tres edificios diferentes que son el Convento del Sur, el pequeño Convento y la Iglesia.

Al acercarse al Monasterio a pie, los visitantes pasan por un pórtico flanqueado por arcos redondos apoyados en delgadas columnas de granito que flanquean externamente el Convento del Sur (siglos XIV-XVII) con sus interesantes frescos en la sala de la chimenea.

Continuando, se llega al pequeño Conventino del siglo XIII donde el área debajo de las ventanas del primer piso está decorada con un fresco del siglo XVII inspirado en la Danse Macabre, y por último, la Iglesia que incorpora la capilla de Santa Caterina, con el adyacente campanario del siglo XIV que tiene una base rectangular de 15 metros de altura, que comprende el ápice y la cruz. En el interior de la iglesia, el sacellum conserva las reliquias del fundador ermitaño que fue posthumamente declarado Beato Alberto Besozzi.

Para acceder a la iglesia, que tiene una estructura única resultado de la fusión de tres capillas diferentes, construidas originalmente por separado en diferentes épocas, hay que cruzar un pórtico de estilo renacentista compuesto por cuatro arcos redondos.

Uno queda impresionado por los numerosos ciclos pictóricos de gran valor artístico, presentes tanto dentro como fuera de la iglesia, que abarcan un extenso período desde el siglo XIV hasta el XIX. El Ermitage se puede alcanzar en coche - (aparcando en la plaza elevada) con un escénico descenso de 268 escalones - o, se puede llegar en barco (Navigazione Laghi) seguido de una escalada más corta de aproximadamente ochenta escalones.

Alternativamente, los visitantes pueden utilizar el moderno ascensor excavado en la roca para enfrentar los 51 metros de diferencia de altura entre el piazzale Cascine del Quiquio y la entrada del Ermitage.