Isola Superiore, o "dei Pescatori", no tiene el exuberante parque de Isola Madre ni el suntuoso palacio con espectaculares jardines de Isola Bella, pero tiene el encanto de un lugar atemporal. Desde la costa parece un pueblo suspendido en el tiempo, con el campanario que sobresale sobre el grupo de casas densamente empaquetadas, unidas para aprovechar cada centímetro de superficie en la franja de tierra que se eleva desde las aguas del golfo de Borromeo.

En las orillas, el muelle, el pequeño puerto y las rampas llenas de barcos, las lanzas y redes de pesca que cuelgan al sol para secarse evocan la historia de generaciones de habitantes de la isla. Isola dei Pescatori tiene poco más de dos docenas de residentes durante todo el año; también alberga una cooperativa de pescadores profesionales, una de las últimas que quedan en el lago Maggiore.

Tiene el encanto de un Piccolo Mondo Antico (Pequeño Mundo Antiguo) y no es coincidencia que haya aparecido en las escenas finales de la película homónima de 1941 del director italiano Mario Soldati.

Su atmósfera única, que elude el tiempo y el espacio, también ha aparecido en algunas escenas de La Corrispondenza (2016) de Giuseppe Tornatore, y ha atraído a famosos escritores como George Simenon, quien escribió su novela Corte d'Assise aquí en 1937, y Marguerite Yourcenar, quien eligió residir en la pequeña isla para recuperarse en la relajada y creativa atmósfera: el hipnótico sonido de las olas del Verbano, los estrechos callejones, los escalones elevados, los largos balcones utilizados para secar el pescado.

La Iglesia de San Vittore fue construida sobre una capilla románica anterior cuyo ábside es ahora el baptisterio del edificio que, en los siglos siguientes, adquirió su forma actual, hasta que fue consagrada a San Vittore en el siglo XVII.

De particular interés es el cementerio cercano que conserva los restos de los habitantes de la isla con lápidas que evocan el mundo de la pesca, además de las tumbas de dos artistas, el violinista Ugo Ara, amigo de Toscanini, quien eligió la isla como su retiro, y Andrea Ruffoni, nacido en la isla, quien dejó una escultura original para ser colocada en su tumba. La casa de Andrea Ruffoni alberga la Fundación homónima, que presenta las obras del artista en un ambiente encantador donde el tiempo parece detenerse.